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Capítulo 10: Conocimiento de la encarnación

Conocer a Dios es algo que debe hacerse a través de la lectura y de la comprensión de la palabra de Dios. Algunas personas dicen: “No he visto al Dios encarnado, ¿cómo puedo, pues, conocerlo?”. La palabra de Dios es, en realidad, una expresión del carácter de Dios. En Su palabra podemos ver Su amor por la humanidad, Su salvación de la humanidad y la forma en que Él salva a las personas… porque es Dios quien expresa Su palabra en oposición al hecho de que Dios usó al hombre para escribirla. Dios la expresa personalmente. Dios mismo expresa Sus propias palabras y Su voz interna. ¿Por qué las definimos como palabras sinceras? Porque se emiten desde muy adentro, expresan Su carácter, Su voluntad, Sus pensamientos, Su amor por la humanidad, Su salvación de la humanidad y Sus expectativas respecto a la humanidad. Entre las palabras de Dios hay palabras graves, amables y suaves, algunas consideradas y otras reveladoras que son crueles. Si sólo consideras las palabras reveladoras, sientes que Dios es bastante severo. Si sólo examinas el lado amable y suave, Dios parece no tener mucha autoridad. Por tanto, en esto no debes entender las cosas fuera de contexto. Debes contemplarlas desde todos los ángulos. A veces Dios habla desde una perspectiva amable y compasiva, y las personas ven Su amor por la humanidad; en ocasiones, Él habla desde una perspectiva estricta y las personas ven el carácter de Dios que no puede ser ofendido. El hombre es deplorablemente sucio y no es digno de ver el rostro de Dios ni de presentarse delante de Él. Que las personas vengan ahora delante de Dios es puramente por Su gracia. La sabiduría de Dios puede verse en la forma en que Él obra y en el significado de Su obra. Aunque las personas no entren en contacto con Dios, siguen siendo capaces de ver estas cosas en Su palabra. Cuando alguien que posee un entendimiento verdadero entra en contacto con Cristo, su entendimiento puede ajustarse a Él, pero cuando alguien que sólo tiene una comprensión teórica entra en contacto con Dios, no puede coincidir con Él. Este aspecto de la verdad es el misterio más grande y profundo, difícil de comprender. Resume las palabras que Dios pronuncia sobre el misterio de la encarnación, considéralas desde diversos ángulos y después debatid estas cosas entre vosotros. Puedes orar, meditar mucho sobre estas cosas y hablar de ellas. Tal vez el Espíritu Santo te esclarezca y te permita entenderlas. Esto se debe a que no tienes oportunidad alguna de entrar en contacto con Dios y debes confiar de esta forma en la experiencia para sentir poco a poco el camino de entrada, para lograr un entendimiento verdadero de Dios.
Las verdades respecto a conocer a Cristo y conocer a Dios mismo son las más profundas. Sin embargo, si las personas ponen énfasis en buscar este aspecto de la verdad en su interior, se volverán más alegres y constantes, y tendrán una senda por la que andar. Este aspecto de la verdad es muy similar al corazón del hombre. Si una persona no tiene verdad en este aspecto, carecerá de fuerza. Cuanto más conocimiento de este aspecto de la verdad tenga una persona, más fuerza tendrá. Ahora bien, hay algunas personas que dicen: En el análisis final, ¿qué es la encarnación? ¿Pueden estos dichos probar que Él es Dios encarnado? ¿Pueden estas palabras demostrar que Él es Dios mismo? De no haber pronunciado Él esas palabras, ¿seguiría siendo Dios mismo? ¿O si solamente hubiera pronunciado algunas de las palabras, ¿seguiría siendo Dios? ¿Qué es lo que determina que Él es Dios? ¿Lo determinan sencillamente estas palabras? Ésta es una pregunta clave. Algunas personas identifican estas palabras, de manera incorrecta, como instrucción del Espíritu Santo, que Él acabó de dar instrucciones y se marchó, que el Espíritu Santo cesó de obrar, que esta carne no es más que una carne ordinaria y normal, que esta carne no puede ser llamada Dios; más bien se le puede llamar el Hijo del hombre y no se le puede llamar Dios. Algunas personas lo malinterpretan de esta forma. ¿Dónde está, pues, el origen de este malentendido? Está en que las personas no han entendido del todo la encarnación, y que no la han descubierto en profundidad. Las personas entienden la encarnación de un modo demasiado superficial y sólo tienen algunas nociones de conocimiento. Si pronunciar tantas palabras equivale a que Él es Dios, ¿significa entonces que Él también es Dios el decir unas pocas en lugar de muchas? En realidad, que pronuncie pocas palabras también es una expresión de divinidad. ¿Es Él Dios? La obra que Dios realiza tiene gran relevancia. Ha conquistado los corazones humanos y ha ganado a un grupo de personas. De no haber acabado la obra, ¿habría sido posible conocerlo como Dios mismo? Previamente hubo personas que, cuando la obra estaba medio hecha, pensaron así: según yo lo veo, esta obra debería cambiar. ¿Quién puede decir qué es realmente la encarnación? ¿Es esto tener una actitud de desconfianza hacia la encarnación de Dios? Que puedas desconfiar del cuerpo encarnado de Dios demuestra que no crees en la encarnación, que no crees que Él sea Dios ni que tenga la esencia de Dios y que no crees que las palabras que Él dijo hayan salido de Dios. Más aún, no crees que las palabras que Él pronunció fueran la revelación de Su propio carácter y la expresión de Su sustancia. Algunas personas hablaron de este modo: tal como yo lo veo, la forma en que Dios obra debería cambiar. No se sabe con seguridad qué es realmente la encarnación y, quizás, debería haber otra explicación al respecto. Algunas personas esperan y ven para comprobar si las palabras pronunciadas por el Dios encarnado, que está sentado ahí, tienen algún tono, si Él habla la verdad y si ha dicho algo nuevo. Si yo tuviera una máquina de rayos X miraría y vería si hay alguna verdad dentro de Él. Si no hay verdad, y si Él es una persona, entonces yo huiría corriendo y no creería. Miraría y vería si el Espíritu de Dios está obrando en Él, si lo está ayudando y dándole instrucciones en Su discurso. Algunas personas desconfían de este modo y siempre se están preocupando de este problema en sus corazones. ¿Por qué razón existe esta situación? Por ninguna que no sea una perspectiva superficial de la encarnación. No la conocen por completo y no han alcanzado un alto nivel en su entendimiento. Por ahora, sólo reconocen que esta persona tiene el Espíritu de Dios. Sin embargo, decir que dentro de Él está la sustancia de Dios, el carácter de Dios, y afirmar que Él tiene lo que Dios es y tiene, que lo tiene todo de Dios, y decir que Él no es otro que Dios, resulta difícil de entender del todo para algunas personas. Las palabras no parecen encajar con la persona en varias cosas. Lo que las personas ven y lo que creen no es la sustancia de Dios. Dicho de otro modo, las personas sólo ven esas palabras y la obra real. Las personas sólo piensan que Dios hizo parte de la obra, que el Dios encarnado sólo puede hacer esa poca obra. Ni una sola persona cree que, aunque la encarnación exprese ahora ese poco de obra, Él tiene toda la esencia de la divinidad. Nadie piensa así. Ahora bien, algunas personas afirman: “Conocer al Dios encarnado es demasiado difícil. Si fuera el Espíritu de Dios que obra directamente, lo entenderíamos con facilidad. Seríamos capaces de ver de forma directa el poder y la autoridad de Dios en la obra del Espíritu. Entonces sería fácil de conocer a Dios”. ¿Es éste un dicho sostenible? Ahora os formulo una pregunta como ésta: “¿Es más fácil conocer al Dios encarnado o al Espíritu? Si el Dios encarnado realizó tanta obra como Jehová, ¿cuál sería más fácil de entender?”. Se podría decir que ambos son difíciles de entender. Si hubiera un camino, ambos serían fáciles de comprender. Si no hubiera entendimiento espiritual alguno, sería difícil entender a ambos. ¿Tampoco comprendían las personas la obra y las palabras de la encarnación en el principio? ¿Lo malentendieron todo? Las personas no sabían lo que Dios estaba haciendo; ¡nada de ello encajaba con los conceptos de las personas! ¿Acaso todas las personas sugerían conceptos? Esto ilustra que las personas no conocen fácilmente al Dios encarnado. Es igual de difícil que conocer al Espíritu, porque la obra de la encarnación es la expresión del Espíritu, sólo que las personas son capaces de ver y tocar la encarnación. Sin embargo, es probable que las personas no entiendan cuál es el significado interno de la encarnación y cuál es el propósito de Su obra, qué significa, qué aspectos de Su carácter representa y por qué se ha revelado Él de este modo, ¿verdad? Que no entiendas demuestra que no sabes. El Espíritu vino a realizar obra, a pronunciar un conjunto de palabras y, después, se marchó. Lo único que hacen las personas es obedecer y llevar esas palabras a cabo, ¿pero acaso saben las personas lo que es en realidad? ¿Pueden conocer las personas el carácter de Jehová a partir de esas palabras? Algunas personas afirman que es fácil conocer al Espíritu, que el Espíritu vino a hacer la obra de llevar la verdadera imagen de Dios. ¿De qué forma es Él difícil de conocer? En realidad, conoces Su imagen externa, ¿pero puedes conocer la esencia de Dios? Ahora bien, el Dios encarnado es una persona normal y corriente con la que sientes que es fácil estar en contacto. Sin embargo, cuando Su esencia y Su carácter se expresan, ¿saben las personas estas cosas con facilidad? ¿Aceptan las personas con facilidad aquellas palabras que Él dijo y que no se ajustan a sus conceptos? Ahora todas las personas dicen que conocer al Dios encarnado es difícil. Si, más tarde, Dios fuera transfigurado, entonces sería tan fácil conocerlo. Las personas que dicen esto ponen toda la responsabilidad sobre el Dios encarnado. ¿Realmente las cosas son así? De manera similar, aunque el Espíritu llegara tú no lo entenderías. El Espíritu se marchó justo después de acabar de hablarles a las personas; no les explicó gran cosa ni coexistió ni vivió con ellas de un modo normal. Las personas no tuvieron la oportunidad de conocer a Dios de una forma más práctica. Para las personas, el beneficio de la obra del Dios encarnado es inmenso. Las verdades que aporta a las personas son más prácticas. Ayuda a las personas a ver al Dios mismo práctico. Sin embargo, conocer la esencia de la encarnación y la esencia del Espíritu es igualmente difícil. Éstas son igual de difíciles de conocer.
¿Qué significa conocer a Dios? Quiere decir que el hombre conoce la gama de emociones de Dios; esto es lo que significa conocer a Dios. Dices que has visto a Dios, pero no entiendes la gama de Sus emociones, no comprendes Su carácter ni tampoco conoces Su justicia. No tienes entendimiento alguno de Su misericordia ni sabes lo que Él detesta. A esto no se le puede llamar conocimiento de Dios. Por tanto, algunas personas son capaces de seguir a Dios, pero no creen necesariamente en Él. Esta es la distinción. Si lo conoces, lo entiendes; si eres capaz de comprender y captar algo de lo que es Su voluntad y conoces Su corazón, entonces puedes creer verdaderamente en Él, te puedes someter de verdad a Él, amarlo y adorarlo de verdad. Si no comprendes estas cosas, entonces sólo te limitas a seguir, sólo eres una persona que corre y sigue a la multitud. A eso no se le puede llamar sumisión ni adoración verdaderas. ¿Cómo se puede producir la verdadera adoración? No hay quien vea y conozca de verdad a Dios que no lo adore, que no lo venere. Tan pronto como ven a Dios se asustan. En este momento, las personas están en el tiempo de la obra del Dios encarnado. Cuanto más entendimiento tengan las personas respecto al carácter del Dios encarnado y de lo que Él tiene y es, más lo aprecian y más lo veneran. A menudo, menos entendimiento significa más temeridad, tanta que se trata a Dios como ser humano. Las personas temerán y temblarán si conocen de verdad a Dios y si lo ven realmente. ¿Por qué dijo Juan: “el que viene detrás de mí, cuyas sandalias no soy digno de llevar”? Aunque el entendimiento de su corazón no era muy profundo, sabía que Dios es asombroso. ¿Cuántas personas son capaces de venerar ahora a Dios? Sin conocer el carácter de Dios, ¿cómo se le puede venerar? Si las personas no conocen la esencia de Cristo ni entienden el carácter de Dios, son incluso menos capaces de adorar de verdad a Dios. Si las personas sólo ven la apariencia externa normal y corriente de Cristo ni conocen Su esencia, es fácil que las personas traten a Cristo como a un hombre corriente. Pueden adoptar una actitud irrespetuosa hacia Él, engañarlo, resistirse a Él, desobedecerlo, juzgarlo y ser obstinadas. Pueden considerar que Sus palabras son insignificantes, pueden tratar Su carne como les plazca, pueden albergar conceptos y blasfemar. Para resolver estos problemas, uno debe conocer la esencia y la divinidad de Cristo. Éste es el aspecto principal de conocer a Dios; ahí es donde deben entrar y lo que deben lograr todas las personas que creen en el Dios práctico.

 Fuente:Capítulo 10: Conocimiento de la encarnación

La quinta declaración

                                   Iglesia de Dios Todopoderoso--La quinta declaración

Cuando Mi espíritu habla, expresa Mi carácter entero. ¿Está claro esto para vosotros? No tener claro este punto sería equivalente a oponerse a Mí directamente. ¿Habéis visto verdaderamente la importancia que radica en esto? ¿Sabéis vosotros en realidad cuánto esfuerzo, cuánta energía gasto en vosotros? ¿En verdad os atrevéis a poner al descubierto en Mi presencia lo que habéis hecho? Y tenéis el descaro de llamaros Mi pueblo ante Mi cara, ¡no tenéis sentido de la vergüenza, y menos aún ningún motivo! Tarde o temprano, este tipo de gente será expulsada ​​de Mi casa. ¡No trates de imponérteme, pensando que has defendido Mi testimonio! ¿Es esto algo que la humanidad es capaz de hacer? Si no hubiese quedado nada de tus intenciones y tus objetivos, hace tiempo que hubieras tomado un camino diferente. ¿Piensas que ignoro cuánto puede aguantar el corazón humano? A partir de este momento y en adelante, en todas las cosas tú debes entrar en la realidad de la práctica; ya no te servirá cotorrear, como solías hacer. En el pasado, la mayoría de vosotros lograsteis vivir bajo Mi techo; el hecho de que seáis capaces hoy de manteneros de pie se debe enteramente a la severidad de Mis palabras. ¿Piensas que Mis palabras son dichas al azar sin un objetivo? ¡Imposible! Desde lo alto miro hacia abajo sobre todas las cosas, y desde lo alto ejerzo dominio sobre todas las cosas. De la misma manera, he enviado Mi salvación sobre la tierra. No existe momento alguno en el que Yo no esté vigilando, desde Mi lugar secreto, cada movimiento de la humanidad, todo lo que la gente dice y hace. La humanidad es para Mí un libro abierto: Yo veo y conozco a todos y cada uno. El lugar secreto es Mi morada, y el empíreo es la cama sobre la que me acuesto. Las fuerzas de Satanás no pueden llegar a Mí, porque estoy desbordante de majestad, rectitud y juicio. Un inefable misterio reside en Mis palabras. Cuando hablo, os convertís en aves de corral que acaban de ser echadas al agua, abrumadas por la confusión, o como bebés que acaban de tener un susto, pareciendo que no saben nada, porque vuestro espíritu ha caído en estado de estupor. ¿Por qué digo que el lugar secreto es Mi morada? ¿Conoces el más profundo significado de lo que digo? ¿Quién en toda la humanidad es capaz de conocerme? ¿Quién entre vosotros es capaz de conocerme como conoce a su propio padre y madre? Descansando en Mi morada, observo con atención: Todas las personas en la tierra se agitan, “viajan por todo el mundo” y corren de allá para acá, todo por el bien de su destino, su futuro. Pero ni una sola tiene la energía para emplear en la construcción de Mi reino, ni siquiera la suficiente como la fuerza que uno utilizaría para respirar. Yo he creado la raza humana, y la he rescatado muchas veces de la tribulación, pero todos los seres humanos son unos ingratos: Ni uno solo entre ellos es capaz de enumerar todas las instancias de Mi salvación. ¿Cuántos años, cuántos siglos han pasado desde la creación del mundo hasta el día de hoy, y cuántos milagros he realizado, cuántas veces he manifestado Mi sabiduría? Pero el hombre, como un lunático afligido con demencia y letargo o, peor aún, a veces como una fiera salvaje que se agita en el bosque, no tiene la menor intención de acatar Mis asuntos. Muchas veces he sentenciado al hombre a la muerte y lo he condenado a morir, pero el plan de Mi gestión no puede ser alterado por nadie. Y así el hombre, aunque todavía en Mis manos, se pavonea de las cosas viejas a las que se aferra. Debido a los pasos de Mi obra, os he rescatado una vez más, vosotros que habéis nacido en la gran familia corrupta, decadente, sucia y inmunda. encarnación
La obra que he planeado continúa hacia adelante sin un momento de tregua. Después de haber entrado en la Era del Reino, y después de haberos traído a Mi reino como Mi pueblo, tendré otras demandas que haceros; es decir, voy a empezar a promulgar ante vosotros la constitución con la que voy a gobernar esta era:
Puesto que tú te llamas Mi pueblo, debes ser capaz de glorificar Mi nombre, es decir, dar testimonio en medio del juicio. Si alguien intenta engañarme y ocultarme la verdad, o hacer negociaciones poco respetables a Mis espaldas, ellos sin excepción serán expulsados, sacados de Mi casa a la espera de la acción conclusiva. Los que me han sido infieles y desobedientes en el pasado, y hoy en día se levantan de nuevo para juzgarme abiertamente, ellos también serán expulsados ​​de Mi casa. Aquellos quienes son Mi pueblo tienen que cuidar constantemente de Mis cargas, así como buscar conocer Mis palabras. Solo a gente como esta Yo iluminaré, y ellos con seguridad vivirán bajo Mi guía e iluminación, y nunca encontrarán castigo. Aquellos quienes fallen en cuidar de Mis cargas, se concentren en la planificación de su futuro, es decir, aquellos quienes no orienten sus obras a satisfacer Mi corazón, sino que más bien vivan pendientes de gorronear una limosna, estas criaturas que son como mendigos, me rehúso rotundamente a utilizarlas, porque desde el día en que nacieron no saben nada de lo que significa cuidar de Mis cargas. Son personas con un sentido anormal; gente como esta sufre de “desnutrición” del cerebro, y necesitan regresar a su casa para “alimentarse”. No tengo ningún uso para gente de este tipo. Entre Mi pueblo, se requerirá a todos que consideren conocerme como un deber obligatorio a ser cumplido hasta el final, como comer, vestirse y dormir, algo que nunca se olvida por un instante, por lo que al final conocerme se convierta en una destreza tan habitual como el comer, algo que tú haces sin esfuerzo, con una mano diestra. En cuanto a las palabras que hablo, cada una debe ser tomada con la mayor certeza y completamente asimilada; no puede haber medias tintas de indiferencia. Cualquiera que no preste atención a Mis palabras se considerará directamente Mi opositor; cualquiera que no coma Mis palabras, o que no busque conocerlas, será considerado como alguien que no me presta atención, y será directamente barrido fuera de la puerta de Mi casa. Porque, como ya he dicho en el pasado, lo que deseo no es una gran cantidad de personas, sino unos pocos elegidos. Si de un centenar de personas, solo uno es capaz de conocerme a través de Mis palabras, entonces Yo estaré dispuesto a echar a todos los demás para centrarme en esclarecer e iluminar a esta única persona. De aquí puedes ver que no es necesariamente cierto que solo mayores números puedan manifestarme, puedan vivirme. Lo que quiero es trigo (a pesar de que los granos puedan no estar llenos) y no cizaña (aun cuando los granos estén lo suficientemente llenos como para despertar admiración). En cuanto a los que no dan ninguna importancia a buscar, sino que se comportan como vagos, deben irse por su propia voluntad; no quiero verlos nunca más, para que no traigan desgracia a Mi nombre. En cuanto a lo que requiero de Mi pueblo, me detendré en estos preceptos por ahora, y esperaré para establecer más sanciones en función de cómo cambien las circunstancias.
En días pasados, la gran mayoría de la gente pensaba que Yo era el mismo Dios de la sabiduría, que Yo era el Dios verdadero que veía profundamente dentro de los corazones de los hombres; pero todo fue habladuría superflua. Si el hombre en verdad me hubiese conocido, no habría presumido de sacar conclusiones, sino que habría continuado tratando de conocerme a través de Mis palabras. Solo cuando habría llegado a una etapa en la que realmente viera Mis obras, habría sido digno decir que Yo fui Sabio, que Yo fui Maravilloso. Vuestro conocimiento de Mí es demasiado superficial. A lo largo de los siglos, cuántas personas me han servido por cuántos años y, habiendo visto Mi obra, realmente llegaron a conocer algo de Mí; y así ellos siempre tuvieron un corazón sumiso hacia Mí, sin atreverse a albergar la menor intención de oponerse a Mí, por lo difícil que es tratar de localizar Mis huellas. Entre estas personas estaban aquellos quienes, en ausencia de Mi guía, no se atrevieron a actuar precipitadamente, y así, después de vivir tantas experiencias a través de los años, eventualmente llegaron a generalizar una porción de conocimiento acerca de Mí, diciendo que soy Sabio, Maravilloso y Consejero, que Mis palabras son como una espada de doble filo, que Mis obras son grandes, asombrosas y sorprendentes, que estoy revestido de majestuosidad, que Mi sabiduría llega más allá del firmamento, y otros puntos de vista. Pero hoy solo me estáis conociendo sobre los cimientos que ellos han establecido, por lo que la gran mayoría de vosotros, solo repetís como loros las palabras que ellos han pronunciado. Es solo porque tomo en cuenta lo superficial que es la manera en la que me conocéis y lo pobre de vuestra “educación”, que os he librado de tanto castigo. Pero aun así, la gran mayoría de vosotros aún no os conocéis a vosotros mismos, o creéis que ya habéis alcanzado Mi voluntad en vuestros hechos y por esta razón habéis escapado del juicio. O pensáis que, después de convertirme en carne, Yo he perdido por completo el rastro de las obras del hombre, y por esta razón también os habéis librado del castigo. O pensáis que el Dios en el que creéis no existe en los amplios espacios del universo, y por ello habéis relegado conocer a Dios a una tarea por hacer en vuestro tiempo libre, en lugar de mantenerlo en vuestros corazones como un deber que debéis cumplir, usando la creencia en Dios como una forma de engañar el tiempo que de otra manera se pasaría en ocio. Si no me compadeciera de vuestra falta de calificaciones, razonamiento y percepciones, todos vosotros pereceríais en medio de Mi castigo, borrados de la existencia. Pero hasta que se finalice Mi obra en la tierra, seguiré siendo indulgente hacia la humanidad. Esto es algo que todos vosotros debéis saber. Dejad ya de confundir el bien y el mal.
25 de febrero de 1992